Opinión

Conflictos de Paz

Por: Alejandra González

A los colombianos ni la paz nos convence. Después de que la esperanza se derrumbara el pasado 2 de octubre, hemos estado en un sube y baja de emociones.

No puedo negar que la noticia me tomó por sorpresa. Me parece increíble que los colombianos seamos tan indiferentes y tan frívolos para decirle No a la posibilidad de la paz. Desde ese día no veo con los mismos ojos a Colombia, a mis familiares y conocidos que se opusieron de manera ‘violenta’ al fin del conflicto.

Más de 50 años en guerra no merecen la indiferencia de quienes no la hemos vivido en carne propia. Una guerra de la que no solamente son parte las FARC, el Estado y demás grupos insurgentes, sino que tiene en medio a una población víctima que ha sido obligada a participar del conflicto, que ha puesto los muertos y hasta los asesinos, en un país que no les brindó muchas opciones.

Los argumentos desinformados de la campaña por el No en el plebiscito dificultaron los esfuerzos de paz del presidente Juan Manuel Santos, que si bien tampoco es ‘santo’ de mi devoción, ha sido el único presidente en Colombia que se ha sentado a dialogar con las FARC y ha llegado a un acuerdo que convenció a ambas partes. Ese mérito no se lo podemos quitar.

Los detractores de la paz se quejan de la impunidad del acuerdo para escudar su voto; es apenas obvio que quien hace un negocio no está dispuesto a ceder en todo. Yo también quisiera mayores penas, nulidad de curules, cárcel, indemnizaciones y muchas cosas más, pero hay que ser más realistas para dimensionar la importancia de lo acordado.

Del argumento del ‘castrochavismo’ solo puedo opinar que la campaña por el No recogió nuestros mayores miedos como sociedad. En este país infundir el miedo y el odio parece ser parte de la agenda de los ‘respetables’ políticos.

Después de todo este problema que hasta los más entusiastas consideramos sin salida, al presidente Juan Manuel Santos le otorgan el Premio Nobel de la Paz. Qué alegría me dio despertar con esa noticia, no por el Presidente, sino porque otra vez Colombia estaba en el punto de mira de la Comunidad Internacional; y no con miedo o con desconfianza, sino con esperanza.

De igual manera, sigo creyendo que la paz en Colombia solo se puede dar a través del diálogo, a través de argumentos y no de fanatismos, a través de intenciones de paz y no actitudes disociadoras.

Mientras esta historia de altibajos continúa, seguiré creyendo que en Colombia hay con quienes hacer país: hay gente talentosa, inteligente y buena, que merece vivir en un país que le garantice sus derechos, por lo menos el de la vida ¡Por favor!.

No temamos vivir en paz. Que el paradigma de la guerra no manipule nuestros miedos, ni tampoco nuestros canales de televisión, ni tampoco nuestros dirigentes; no es Santos o Uribe, es la paz o la continuación del conflicto.

Ser colombiano debería ser considerado un deporte extremo, como están las cosas a lo mejor nos esperen más semanas cargadas de emociones que ojalá nos devuelvan un país en paz que muchos no conocemos, no nos imaginamos y no nos creemos, pero que sí queremos vivir, aún con nuestras diferencias ideológicas, religiosas, ‘uribistas’, raciales y sociales.